miércoles, noviembre 29, 2006

I don´t believe...

Yo no creo en ese programa para mejorar empresas en donde te dicen unas frases muy al estilo Cohelo (puaj, *vomito*) para que sientas que en verdad sí se puede lograr algo cuando das lo mejor de ti para lograrlo. Venga, eso es cierto, no hay que ser genio para saber que cuando algo depende enteramente de ti y de tu esfuerzo, es bastante probable que lo puedas conseguir siempre y cuando nadie te meta una piedra, un tronco o un yunque en el camino. Pero bueno, allá la empresa si quiere pagar cifras de cinco dígitos para nos repitan la misma cantaleta. En realidad, yo disfruté bastante el primer seminario, hasta rompí un tablita mismo karateka, pero ahora es diferente… y ahora ya no puedo creer en esa pseudo doctrina si es que alguna vez creí en serio en ella.

Esto pasó el lunes. Yo andaba repartiendo flyers cuando vi llegar a mi jefa con sus tres carteras de siempre, sus lentes de sol como vincha y el periódico en la mano. Y nada, hubiera sido un lunes normal y de mierda como todos si no hubiera subido sólo para enterarme que el dueño de la corporación (el men que dirige el imperio desde la tierra del imperialismo xD)
había decido, en contra de la voluntad del gerente general de nuestra sucursal, que mi jefa se fuera de empresa. Pues bueno, cuenta la leyenda que esto pasó debido a los despidos masivos del personal del área comercial que hubo en el mes de septiembre. Al parecer, estos individuos de mala calaña habían escrito mails anónimos al mismísimo dueño de la empresa, y como consecuencia, la semana pasada tuvimos la agradable visita del señor - amén, saca alfombra roja y vístete bonito - que tomó un avión solamente para ver qué carajos pasaba con tanto mail quejoso y malintencionado. Y este señor, que no tiene idea de cómo trabajamos acá, decidió sacar a mi jefa porque tiene "una relación muy estrecha con el gerente", malísima e ilógica excusa para llenar el vacío de excusas o acusaciones contra ella. Ella tenía la camiseta bien puesta, y no miento ni exagero al decir esto, además hacía un excelente trabajo. Conclusión, uno no puede ser amigo del gerente porque si eres, pues bye bye.

Entonces, yo no creo en ese programa, porque ella excedía las expectativas, daba más de lo que le pedían, se exigía a sí misma, no chismeaba, no hablaba mal ni se metía con nadie, se relacionaba bien con todos, etc, etc, etc (o sea todas las cojudeces que te dicen en estos seminarios); sin embargo, ahora está en su casa arreglando su currículum y de seguro levantándose tarde (que envidia eh) por un capricho y por la maldad de la gente.

El sábado tenemos seminario nuevamente, pero esta vez será distinto. Yo no puedo creer en ustedes, señores, si mi oficina está tan silenciosa y vacía porque mi ex jefa se llevó la radio y sus malditas bromas que me hacían reír en medio de tanta mierda.

Hello, Goodbye

viernes, noviembre 17, 2006

La búsqueda del Principe Azul

Esta historia se viene desarrollando hace muchos años, hace como 11 exactamente. Dos niñas, una muy alta y lacia, la otra castaña (ahora rubia) de rulos, caminaban juntas por un mismo camino, pero un día, uno de esos malditos días en que el mundo se detiene para girar aún más rápido, ambas se encontraron en una encrucijada. La lacia, Mara, volteó a mirar a su compañera y preguntó.

- ¿En qué momento nuestros caminos se separaron? - Fruli, la de rizos, la miró. Sus ojos reflejaban cierta melancolía.
- Mara, lo siento, creo que yo no estoy buscando otra cosa...

***

Hace unos días le había escrito... ¿Por qué siento que cada día estamos más lejos, que nuestros caminos se han separado?... Frulita se había puesto a pensar y había respondido con metáforas bien huachafas que a pesar de que los caminos se separen momentaneamente, siempre se vuelven a juntar... Carajo, somos mejores amigas hace 11 años... Después de responderle otro correo, ella había vuelto a desaparecer, ¿o habían desparecido las dos? Entonces Frulita, con el laberido de rizos e ideas en la cabeza, se preguntó qué era lo que había sucedido en realidad. Acomodó el lazo de su cabello y pensó, pensó y pensó. Luego llamó a Mara y le propuso hacer una excursión para recorrer juntas el camino por el que habían pasado durante todo ese tiempo. Mara aceptó.

Y caminaron recordando sus aventuras de niñas, las canciones de antaño, las peleas, los amores pasados, las fiestas, las discotecas, la revolución de los 19 años, las escapadas, el taxi en donde Frulita le confesó a Mara su bisexualidad, las cartas, los dibujos, el periódico del colegio, el viaje a México, los proyectos... Y reían, reían a mandíbula batiente hasta que llegaron a una encrucijada. Mara se sorprendió, Frulita levantó una ceja. Cada camino tenía un letrero, uno decía el nombre de la lacia, el otro de la de rulos.

Entonces Frulita miró a Mara y entendió. Entendió por qué ya no iban a los mismos lugares, por qué no coincidían en espacio ni tiempo, por qué los correos se hacían más escasos, por qué las conversaciones de msn eran monosilábicas, por qué las salidas eran más espaciadas...

Lo que pasa es que tú, Mara - limpió sus ojos, los frotó - es que yo ya no estoy buscando a un príncipe, y tú sí... No te entiendo, yo no estoy buscando a nadie... Ay boba, es que yo estoy buscando a una princesa y las princesas no están en el mismo lugar que los príncipes que a ti te gustan y viceversa... A mí nunca me ha molestado que seas lo que eres, tonta... Ya lo sé... Fruli pone la mano en su hombro, la besa en la mejilla... Lo sé, pero el hecho de que busquemos cosas diferentes es la razón de nuestro alejamiento, ¿no te das cuenta? Yo ya no busco príncipes, yo solamente espero que mi princesa esté cerca, una princesa no idealizada, si no complementaria... Mara abrió los ojos completamente, Frulita sonrió... Pero eso no quita que te quiera y que nuestros caminos volverán a cruzarse...

Se sentaron en una piedra, Mara no podía creer lo que Fruli decía... ¿Pero vas a cambiar, Frulita?... No, caramba, sigo siendo mujer, sigo siendo yo... Pero, ¿ya no te gustan los chicos?... Sí... Se ríe... ¿Y si regresas a buscar un príncipe?... Yo no sé, tendría que ser muy especial... Vámonos ya, se hace tarde, las princesas y príncipes siempre salen de noche... Carcajadas...

Entonces ambas se levantaron, cogieron sus mochilas llenas de recuerdos, de culpas y de preguntas sin responder y tomaron los caminos señalados con sus nombres... Hasta luego, te quiero... Y caminaron dejando marcadas las huellas de sus pies en el suelo.

Hello, Goodbye

PD: Esto es metafórico. No he hablado con la persona citada de esto, pero es lo que creo, aunque es probable que ella discrepe conmigo. En fin, ahí estamos, metafóricamente alejadas, pero queriéndonos mucho ¿no?

lunes, noviembre 13, 2006

Un daifuku de fresa por no saber nada

"Normal que ahora tiemble, normal que no sepa, normal que te esté echando de menos convirtiéndote en canción..." -
Credo / Javier Álvarez

***

- Ayer me emborraché, me la pegué con vino y sake. Ayer me sentí feliz, ¿sabes? Me sentí feliz porque comí un daifuku de fresa en el Matsuri (el dulce japonés que come Hinaichigo, la monísima rubia de rulitos de las Rozen Maiden *señala la foto del post*). Ayer fui feliz porque no me sentí tan... tú entiendes, por un momento percibí que mi espacio-tiempo se había detenido y que solamente importaba lo que estaba viviendo en ese instante.

Dice la rubia de ojos café sentada frente a la pantalla de la compu. Una vez más intenta por un momento entender esos estallidos de felicidad medio extraños que a veces se le presentan como ayer, sábado en el AELU, mientras comía daifuku de fresa o una bola de arroz... Feliz como cuando gritó kampaii mientras tomaba sake o agitada como cuando tomó a la cachetona de la mano mientras corrían mirando los fuegos artificiales... La cachetona le dijo que la quería - quizás por efecto del sake - mientras ella pensaba... Qué lindo, qué lindo suena eso, pero yo no sé, yo creo que solamente eres un capricho, cachetona... El capricho de querer robarle un poco de inocencia, de querer regalarle siquiera un beso pequeñito, de querer emborracharse porque estos días han sido unos días de mierda... Además que tú, cachetes, estás bien loca, tú no me quieres a mí y yo, yo no sé cómo quisiera quererte...

Nada, Dios, nada... Esta chica que ahora se sienta frente a la computadora no sabe nada. Ya se lo había escrito a Maje días antes en un correo y había dicho que, en verdad, no saber nada es algo normal. Como no saber la manera adecuada para dejar algo que no quieres, como no saber cómo evitar esos "puta madre" mañaneros apenas abres los ojos porque no quieres ir a trabajar, como no saber a dónde se fue la inspiración que quizás se ha perdido entre el escritorio de diseñadora y el USB - la maldita bitch - y que gracias a su ausencia, pues no puedes escribir ni un carajo o escribes un poco, pero no te dan ganas de continuar. Finalmente, como ver que tienes un montón de proyectos en la cabeza, pero no poder decidir cómo empezar o si debes esperar o si éstos resultarán.

¿No saber que hacer está bien? Carajo, eso tampoco lo sabe la rubia esta que manda un mensaje de texto a una pequeña caperucita (leer el post anterior) que hasta ahora no le responde si quiere ir a ver "Volver" al cine con ella y convertirse así en una chica Almodóvar.

- En fin, yo no sé si no saber está bien o mal, - levanta una ceja y se frota el ojo - pero este sábado con la cachetona cogida de mi mano, los fuegos artificiales y el sake y vino mezclándose en mi cabeza me sentí feliz y premiaron mi hecho tonto y confundido de "no saber qué mierda hacer" con un daifuku de fresa... - Pone una canción de Ismael (se le ha dado por Ismael) y regresa a la incertidumbre de las mil preguntas que solamente tienen un "no sé" por respuesta.

Hello, Goodbye

PD: Venitas, lamento mucho que te vayas, espero que sigas leyéndome.

viernes, noviembre 03, 2006

Caperucitas Multicolor y el Lobo Rubio


¡Caperucita, caperucita, tú tienes la culpa por usar ese escote y yo tengo la culpa por ser un lobo solitario que solamente quiere tenerte!

***

Me había vestido de vampiro (de Lestat, para se más específica), pero la verdad me sentía como un lobo. Suena feo, ¿verdad? Pero qué puedo hacer si ciertas caperucitas, inocentes y perversas, se muestran con escotes y faldas bailarinas. Sí, observaba con la melancolía clavada en mi corazón de lobezno porque a pesar de que me disfrace de la abuelita, digo de vampiro, ninguna se me acercó para tomarme entre sus brazos y besarme, sino me acariciaron las orejas con ese cariño de amistad que a veces duele un poco.

Ahí estaban, corretean saltarinas y risueñas mientras Soledad y yo nos sentamos en los escalones de la iglesia y nos abrazamos fuerte para que esos instintos de lobo solitario no nos traicionen y mojen nuestros ojos con la fiel promesa de malograrnos el maquillaje. Ahí una con los labios pintados de negro y los ojos transparentes y toda ella repleta de inocencia que quiere dejar de tener y yo que quisiera adquirir eso que tanto deseas solamente para tenerte, tenerte con los guantes puestos para evitar arañarte con mis garras de experiencia a medias. Tampoco es que tengo tanta. Y otra. Mejor a ti ni te menciono porque lamentablemente eres una bisexual homodistraida según mi clasificación (o sea que no te fijas en chicas todo el tiempo, pero eventualmente podrías fijarte en alguna, aunque prefieres los chicos) y nada... Paso revista pensando que el papel de mi disfraz que cae muy bien.

Inocentes... todas son inocentes caperucitas de mil colores. Me quedé con una esa noche y quise besarla, pero ella no me dejó porque no pues, porque dijo con su voz de niña que los besos no se dan por gusto y yo, lobo herido, me aferré a Soledad y recosté mi cabeza en su regazo maldiciendo la inocencia que ya no tengo porque yo he besado por muchos motivos, demasiados, y hasta por gusto y para llenarme de vacíos. Pero quizás te confiese, una vez más sin que me escuches, que para mí ese beso hubiera significado algo, no sé qué, pero algo. Y Soledad me acarició la mejilla y yo cerré los ojos y preferí quedarme dormida.

Ya han pasado los días y solamente he podido pensar en Soledad vacía que no quiere dejarme, que me detiene, me acobarda, me incita a callar, a esperar señales que no reconozco porque soy demasiado distraída. Porque esa noche solamente podía pensar que a quien quería tener en mis brazos - o garras - de lobo solitario era a una Caperucita que no es inocente, que me gusta más, que me confunde demasiado, que está bastante más ausente, que no estuvo ahí esa noche y que no estará ésta tampoco. Finalmente, a ella no le puedo decir nada porque Soledad, amante celosa, no quiere dejarme y porque soy, finalmente, un lobo cobarde, como el del cuento. Ahora te entiendo, lobito, si te comiste a la abuelita y querias a Caperucita fue solamente porque te sentías muy solo.

Hello, Goodbye