[1]
Odio las monedas de uno y cinco céntimos. Son inservibles, no las aceptan en ninguna parte. Todavía recuerdo cuando le di dos monedas de cinco céntimos a un cobrador de combi. Después de recibirlas me miró raro y levantó una ceja. Yo me mantuve seria. Dos de ésas hacen diez, así que es completamente válido, quise decir con mi ceño fruncido. Recibí como respuesta otro ceño fruncido. Desde ese día no las he vuelto a usar y no por recibir muecas de desagrado, sino porque éstas siempre necesitan de otras para llegar a sumar diez, (que es el mínimo aceptable) y yo no he podido juntar nuevamente ese valor con esas monedas. Ahora que lo pienso, todos deben odiarlas.
[2]
Es increíble la cantidad de cyber-basura que uno produce. El otro día decidí depurar mis dos correos. No he podido terminar ni siquiera con uno. Entre ambos deben sumar un total de 1600 correos que tengo que borrar. Este cyber-ripio me hizo pensar en los muchos detalles que no conserva la memoria, pero que sí están contenidos en palabras, imágenes o documentos que de pronto, recuerdas, no sirven para nada ni son relevantes para el presente ni para el futuro. Luego pensé en mi abuela, la que ya se murió. A ella le decían "cachivachera" porque guardaba absolutamente todo, tanto así que cuando pedían cualquier cosa en el colegio, sabíamos que probablemente ella lo tendría entre sus "cachivaches". Recordé también que cuando falleció, se fueron reconstruyendo algunos episodios de su vida al sacar estos objetos. Y claro, irónicamente yo seguí borrando todos mis cyber-ripios porque estoy convencida de que hay cosas que no vale la pena reconstruir nunca.
[3]
Esta idea de los "ripios" se asocia claramente a los recuerdos malos o inservibles. Hay tanto ripio dentro de uno que debería ser más fácil deshacerse de él para volver a empezar. Pero supongo que los recuerdos que todavía duelen son como esas moneditas de uno o cinco céntimos que necesitan de algo más para irse definitivamente.
[4]
Otra idea también es la del ripio que dejan otras personas. Soy muy sensible a las presencia de otros en espacios determinados. Por ejemplo, cuando trabajaba en una empresa en donde mi oficina estaba al lado de la del gerente general, sabía cuándo él estaba encerrado ahí sin tener que haberlo visto. Ése es un ejemplo inofensivo, pero ¿qué pasa cuando sientes que una presencia te hace daño? Así me pasó en México. Cuando fui a las ruinas de Tlatelolco, un lugar en donde hubo tres matanza masivas a lo largo de la historia, pude sentir esa energía negativa, ese ambiente pesado que me dejó perturbada. Y ese tipo de "ripios" usualmente dan vueltas, se impregnan en el suelo, se chocan contra las paredes sin encontrar por donde escapar.
[5]
Na na na nanana nanana, Hey Jude...
Na na na nanana nanana, Hey Jude...
Na na na nanana nanana, Hey Jude...
Na na na nanana nanana, Hey Jude...
(He puesto varias veces esa canción para olvidar el ripio que aún no puedo sacar de mi billetera).
Hello, Goodbye
[2]
Es increíble la cantidad de cyber-basura que uno produce. El otro día decidí depurar mis dos correos. No he podido terminar ni siquiera con uno. Entre ambos deben sumar un total de 1600 correos que tengo que borrar. Este cyber-ripio me hizo pensar en los muchos detalles que no conserva la memoria, pero que sí están contenidos en palabras, imágenes o documentos que de pronto, recuerdas, no sirven para nada ni son relevantes para el presente ni para el futuro. Luego pensé en mi abuela, la que ya se murió. A ella le decían "cachivachera" porque guardaba absolutamente todo, tanto así que cuando pedían cualquier cosa en el colegio, sabíamos que probablemente ella lo tendría entre sus "cachivaches". Recordé también que cuando falleció, se fueron reconstruyendo algunos episodios de su vida al sacar estos objetos. Y claro, irónicamente yo seguí borrando todos mis cyber-ripios porque estoy convencida de que hay cosas que no vale la pena reconstruir nunca.
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Esta idea de los "ripios" se asocia claramente a los recuerdos malos o inservibles. Hay tanto ripio dentro de uno que debería ser más fácil deshacerse de él para volver a empezar. Pero supongo que los recuerdos que todavía duelen son como esas moneditas de uno o cinco céntimos que necesitan de algo más para irse definitivamente.
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Otra idea también es la del ripio que dejan otras personas. Soy muy sensible a las presencia de otros en espacios determinados. Por ejemplo, cuando trabajaba en una empresa en donde mi oficina estaba al lado de la del gerente general, sabía cuándo él estaba encerrado ahí sin tener que haberlo visto. Ése es un ejemplo inofensivo, pero ¿qué pasa cuando sientes que una presencia te hace daño? Así me pasó en México. Cuando fui a las ruinas de Tlatelolco, un lugar en donde hubo tres matanza masivas a lo largo de la historia, pude sentir esa energía negativa, ese ambiente pesado que me dejó perturbada. Y ese tipo de "ripios" usualmente dan vueltas, se impregnan en el suelo, se chocan contra las paredes sin encontrar por donde escapar.
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Na na na nanana nanana, Hey Jude...
Na na na nanana nanana, Hey Jude...
Na na na nanana nanana, Hey Jude...
Na na na nanana nanana, Hey Jude...
(He puesto varias veces esa canción para olvidar el ripio que aún no puedo sacar de mi billetera).
Hello, Goodbye