Estuve 3 días lejos del mundo. Me había puesto mi antifaz de fortaleza, sí, ese que ya no sé si es antifaz o si se ha convertido en un rasgo de mi verdadero rostro tan característico como el lunar que tengo al lado de mi boca. Porque yo también tengo antifaces, pero trato de no usarlos. Estuve 3 días lejos de mi casa, de esta computadora, de mi Lima, de tu ventanita tintineando a lado derecho de este monitor con ese antifaz que tenía que mostrar delante de esas personas de las que tenía que encargarme, a las que tenía que quitarles el antifaz también con sólo estas palabras y experiencias que se me hace fácil contar cual relato de guerrillera porque es mi única arma y el único juego que sé jugar sin riesgo a perder muchas cosas. Espero haberlo hecho bien, en fin.
Y el sábado la guerrillera nos llevó al desfile de antifaces con un discurso que parecía escrito para mí. Porque fue en ese momento que me quité el antifaz por primera vez y lloré porque así lo quise o lo sentí. Porque dijo... "no estás sola, no aunque tengas miedo"... Y me lo escribió luego en una carta amarilla - ya que hablamos de colores últimamente - y yo, al terminar sus letras también amarillas con el antifaz en la mano, lloré otra vez. Y volví a colocármelo para perderlo en un lugar a donde no entraba hace tiempo. En donde me arrodillé y no me sentí tan fuera de lugar. Quizá nunca debí alejarme pues si mi entrada era sincera, nadie podía rechazarme, sea como fuera. El antifaz mojado, mis lágrimas, una canción de antaño, un chocolate caliente, un croissant. Y volví con mi antifaz - que no sé si es un rasgo de mi rostro ahora - y te enfrenté. Y todo perdió sentido porque sincerarme me hizo sentir tonta, triste y tranquila. Pero tenía que decir todo lo que dije para que ese enfrentamiento tuviera el mismo final. Y yo entendí, siempre he entendido. Me quité el antifaz de nuevo. Triste, tonta y tranquila, con mi antifaz en la mano sin llorar. Porque llorar no tuvo sentido, esta tristeza tampoco, menos la tranquilidad o quizá esa sí.
En ese momento, sólo sentí que debía agradecer a la guerrillera por traerme de vuelta a algo que no sé si durará mucho, pero que de momento me ha dejado tranquila. Quizá la tranquilidad sin sentido se deba a que no estoy sola, a que nunca he estado sola. Quizá haya algo más allá, algo que permanece callado, algo que decidimos ignorar. Entonces, sin mi antifaz - porque no tenía sentido usarlo - escribí en este blog pretendiendo acabar con los cuándos, los cómos, los porqués, los antifaces de miedo, las dudas sobre lo que es correcto o no, sobre di desaparecer o quedarse, sobre lo que ya no tiene sentido. Porque yo no quiero sentir esta tristeza ni esta sensación de puntos suspensivos. Porque yo nunca quiero quedarme en cuándos, en cómos, ni en porqués. No, yo nunca me quedo en cuándos, en cómos ni en porqués ni uso antifaces para cubrir estas dudas o debilidades. Espero que nunca más.
Hello, Goodbye